martes, 5 de agosto de 2014

Los límites en el erotismo y en lo demás

Imagina que entra en tu vida alguien inesperado o inesperada. Toca esa fibra sensible que olvidaste que tenías y pone en peligro tu rutina gris a la que tanto te has acostumbrado. El argumento de la novela pone al protagonista contra las cuerdas. Antes de que se me olvide tengo que comentaros que estoy recibiendo un 99% de comentarios femeninos. No hice esta novela pensando en un público específico pero me doy cuenta de que ellas lo leen y luego ellos se interesan por saber qué tal es y qué cuenta. O al menos en la mayoría de casos. Bueno, a lo que iba. Los límites son claros y definidos. Si estos dos acaban enrollados, el desliz va a costar un matrimonio. Pero pese a que la línea a cruzar es fina, también se puede hacer funambulismo en ella. Es peligroso, pero eso también es erótico. Así, la pícara de Cloe, va a someter a Pedro al juego de la insinuación, al deporte de tentar al sexo contrario y -todo hay que decirlo- la chica será joven, pero juega bien sus cartas. Para los que no hayais leído más, lo dejo aquí. Pero os hablo de otros límites. Parece que imponer límites es algo propio de legisladores rancios o de dictadores de repúblicas bananeras. No obstante yo me atrevería a imponer rudos límites a ciertas cosas. Como en la canción de Ana Belén y Victor Manuel, no dudaría en cerrar la muralla a personas que emigran de sus tierras buscando una oportunidad. Esto no lo habría dicho en otro tiempo pero (y voy al contexto) hay subsaharianos que huyen de sus países trayendo consigo graves males para la salud de Europa. Hace años me sorprendió que la lectura de un libro me pusiera la piel de gallina con la descripción de los efectos de una enfermedad denominada Ébola, por haber sido su origen en un poblado a orillas de este río. Cuando la ficción de Richard Preston explicaba en Hot Zone que se perdía en control de una enfermedad letal, incurable y potencialmente contagiosa, pronto se te olvidaba que tu mundo fuera tan seguro e inocuo. Pero la tragedia real de la enfermedad se había contenido y la ficción de que ébola corría por Washington DC era eso, ficción. Estos días vuelve la cruda realidad. Un brote lleva casi mil muertos en cuatro países africanos. Que no cunda el pánico. Pero pongamos límites a la peste del siglo XXI.

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