domingo, 28 de septiembre de 2014

Consumidoras de erotismo

En esta sociedad de la información y los datos, sería fácil obtener un estudio pormenorizado de quien y porqué lee una novela erótica como Se traspasa. Pese a ello, no he pedido ni realizado ningún estudio en este sentido. Ni lo he intentado. Otra cosa es que la evidencia salte a la vista. Y a mi me gusta mirar. Perdón, quise decir observar. Aunque el protagonista de la historia es un hombre, aunque el punto de vista es -digamos- clásico en este sentido, una arrolladora mayoría de quien lee Se traspasa es mujer. ¿Por qué? No lo sé, pero me encanta.

El ritmo para andar en esta sociedad.

Cuando miro atrás en la historia de la humanidad me doy cuenta de que de esta época que vivimos se podrá escribir mucho. De como nos subimos todos a un tren que iba a llevarnos de manera ininterrumpida al futuro de mano de un progreso sin concesiones. De como esto descarriló cuando tuvimos que asumir el límite de los recursos naturales y de como se nos hizo tan difícil aceptar la derrota de un sueño tan elevado. Optar a un futuro mejor se ha vuelto más difícil porque ya no se basa en sueños o expectativas que puedan financiarse fácilmente con créditos por tu cara bonita. Sin embargo, hay que soñar. Y no rebajar las pretensiones. Lo que ocurre es que tenemos que ver la meta más próxima a alcanzar y no vislumbrar el final de cuento de hadas cuando no actuamos en esa película de fantasía. A mi me encantaría ser un gran escritor que arrastrará masas de lectores ávidos de leerme y que me reconocieran mi talento. Pero no espero que eso ocurra ahora. Por lo pronto voy haciendo camino. Con Se Traspasa estoy recibiendo buenas críticas. Otras no tanto. Pero no habría hablado nadie de esta historia si no la llego a escribir y si Ediciones Irreverentes se hubiera llegado a fijar en ella. Detrás de un paso viene otro. Y luego otro. A veces creo que estos pasos lentos, difíciles y escogidos son los que marcan la velocidad en la que tomó el rumbo de mi vida. Pero es mejor que correr y tropezar o caminar hacia la dirección que no  quiero.