Artur Mas dice que desobedecerá la ley si le inhabilitan.
Me vienen a la mente dos referencias desde los Estados Unidos. Por un lado el
desencanto de los colonos en el siglo XVIII cuando renegaban de la infantería
británica que oprimía a base de impuestos y leyes a las nuevas generaciones
nacidas en la prometedora América. Y cómo ello derivó en la Declaración de la
Independencia, donde esgrimían razones obvias por las que no querían seguir
siendo sometidos. En segundo en tiempos de Abraham Lincon en el que, cuando se
debate ferozmente la abolición de la esclavitud, se resuelve que todo el mundo
debe ser igual frente a la ley. A mi me gustaría que Artur Mas y todos los
catalanes fueran iguales frente a la ley. Pero también puedo entender que no
quieran esta ley. Esta sociedad esta harta de ir dando bandazos a golpe de
elecciones. Pongamos a quien pongamos nos vemos zozobrando de un lado a otro
porque cuando la ley marca una cosa favorece a unos, cuando entran los otros se
cambia la ley y se vuelven las tornas. Así vamos. Sin rumbo fijo. Los
empresarios tienen que aprender a navegar según venga la ola. Y no todos tienen
esa pericia. Los ciudadanos tienden a creer que “hecha la ley, hecha la trampa”
y España se ha convertido en un país de tramposos para sobrevivir, para sobrevenirse
a tanto bandazo. Entiendo a los catalanes que quieren bajarse del barco. Lo que
no entiendo es porque no se genera un marco de acuerdo para dejarnos de puñetas
y saber transigir todos a favor de un futuro en común sin rupturas ni dudas de
si mañana nos lo tumbará el siguiente gobernante que venga. ¿Es eso posible?
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